martes, 22 de abril de 2014

Bajo las sábanas

Bajo la sábana hospitalaria, se consumía un sueño, el alargado hilo verdoso del pulsómetro arrastraba pesadamente el eco electrónico de  sus últimos latidos, anunciando el final de una larga y octogenaria melodía.


Una nueva derrota, un ciclo consumado y volátil que se agotaba como una hoguera de la que sólo quedaban las brasas incandescentes de los recuerdos:  aquél lejano niño que juega, junto a la pared blanca,  la sonrisa de una  madre amorosa, compañeros de juegos rescatados del olvido. El primer balón de cuero, se deslizaba invisible y etéreo bajo la árida sábana verdosa.


Rehaciendo la vida con la ajada pluma de la memoria, recogía de entre los escombros de su existencia, los atractivos y lejanos campos de la seducción y del deseo; el hechizo del primer beso, la frescura liberadora del sexo, la cautivación fascinante del amor y el sabor agridulce del enamoramiento.
Cuantos instantes capturados al tiempo, cuanto tiempo atrapado en un instante, cuantos días vividos en plenitud y también, cuantos momentos dolorosamente desaprovechados, arrojados al absurdo foso donde reposan las palabras que debieron no salir jamás y donde duermen para siempre aquellas otras que si lo debieron. Qué fácil hubiese sido pronunciar un simple “perdón”, susurrar “estoy contigo” gritar“nos vemos luego” o acariciar el oído de aquella mujer, ahora lejana, con un simple “te quiero”.



¡Ay viejo! dijiste ya adiós a tu gastado mundo, y tu corazón cansado ahora quedó quieto, ya no podrás oír el mundo nuevo que cerca de aquí se despierta, gritando a pleno pulmón con su primer lamento, junto a una nueva madre… ¡Ay viejo! te esperan tras la puerta luminosa, nuevos reencuentros y desencuentros, apura la Vida y quizás también el Amor, no malgastes tu Tiempo.

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