A priori no me gusta darme con el martillo en la mano cuando
clavo un clavo, pero si medito profundamente sobre este hecho expost-facto,
defenderé cual sofista, este acto aparentemente accidental o irracional, desde
la perspectiva de un alter-Ego respondón, abogaré contra este hecho francamente
peligroso para la integridad física, recomendándolo a todos los amigos y
conocidos, incluyéndote a ti paciente lector, argumentado que el contacto
de tus frágiles falanges y de tus uñas en forma de luna contra los doscientos
gramos de acero lanzado a una velocidad vertiginosas una experiencia
única que pocos tratan de repetir que te hará sentirte vivo y en pleno contacto
con el universo. Por otro lado, milésimas de segundo después del contacto de la
carne con el metal, comprobarás con que velocidad tu cerebro te proporcionará
toda una serie de palabras, insultos y otras degeneraciones malsonantes que
creías olvidadas tras la educada capa del superEgo y su voluntad policial de
controlar tus actos de acuerdo con las normas sociales de convivencia.
Poco después de ese primer contacto físico, uno de tus
miembros se hinchará enormemente, enrojecido y palpitante, tu respiración
quedará entrecortada e incluso gritarás varias veces, y resoplarás, apretando
los dientes en un acto puramente animal, ... Pruébalo, te gustará.
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