martes, 22 de abril de 2014

Defensa del martillo


A priori no me gusta darme con el martillo en la mano cuando clavo un clavo, pero si medito profundamente sobre este hecho expost-facto, defenderé cual sofista, este acto aparentemente accidental o irracional, desde la perspectiva de un alter-Ego respondón, abogaré contra este hecho francamente peligroso para la integridad física, recomendándolo a todos los amigos y conocidos, incluyéndote a ti paciente lector, argumentado que  el contacto de tus frágiles falanges y de tus uñas en forma de luna contra los doscientos gramos de  acero lanzado a una velocidad vertiginosas una experiencia única que pocos tratan de repetir que te hará sentirte vivo y en pleno contacto con el universo. Por otro lado, milésimas de segundo después del contacto de la carne con el metal, comprobarás con que velocidad tu cerebro te proporcionará toda una serie de palabras, insultos y otras degeneraciones malsonantes que creías olvidadas tras la educada capa del superEgo y su voluntad policial de controlar tus actos de acuerdo con las normas sociales de convivencia.  
Poco después de ese primer contacto físico, uno de tus miembros se hinchará enormemente, enrojecido y palpitante, tu respiración quedará entrecortada e incluso gritarás varias veces, y resoplarás, apretando los dientes en un acto puramente animal, ... Pruébalo, te gustará.

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