La muerte desagrada, nos intimida y sobrecoge, por
mercenaria, por injusta, por arbitraria y por el dolor y la sensación de
soledad y de derrota que nos deja.
Sin embargo creo que la muerte, realmente nos ilumina,
nos enseña más que nada y que nadie a valorar la vida, nuestra vida y la de los
demás – quizás porque la misma muerte es la nada, la nada más absoluta y
también es el todo, ya que todo lo vivo y todo lo conocido pasará o ya ha
pasado inexorablemente por su boca oscura-
Ella nunca engaña, nos avisa, cual fiel amiga, nos acompaña
susurrándonos suavemente junto al lóbulo sonrosado de nuestra oreja, despacito,
con un hilo de voz meloso y sutil.
Otras veces, cuando viene de frente, nos grita
sonriendo: !Vive! Sí, vive, vive intensamente, ama, apasiónate, lucha, quiere,
grita, respira, camina, acaricia, canta, salta, baila... con pasión, con
dulzura, con alegría.
La muerte forma parte de ti y te aconseja y te mima y te
recuerda que los segundos son regalos y las vivencias son solo impresiones o
emociones pasajeras y que el presente es tu única eternidad … no hay más.
La muerte te escribe cartas y te canta canciones y te dibuja
relojes, la muerte renueva, acaba, concluye, finiquita, recicla, revive,
convida, reutiliza, genera lágrimas cómplices y compartidas y, sin duda,
la muerte, unirá tu muerte, mi muerte con la muerte de todos los demás.
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