martes, 22 de abril de 2014

Rati, la diosa del Amor

Desde el lobulado pórtico de madera tropical y ondulados herrajes orientales, un
desordenado reguero de prendas blancas iluminadas por 69 velas de parpadeante luz
anaranjada, recorre el verdoso bambú que cubre el suelo de la oscura estancia.
La minúscula pieza interior de nívea tela de satén llega hasta la sábana de seda azul, en
la que se esconde un finísimo hilo nacarado semitransparente, que aún unía meloso el
sexo exánime del marino, con el muslo dorado de la sacerdotisa.
En el silencio de la noche de sus sueños, para el hombre, aún resuena el eco lánguido
y alargado de los suspiros tántricos y el fluir melodioso y acompasado de dos cuerpos
chocando dulcemente en la oscuridad.
La milenaria sabiduría hindú se transmutó e hizo carne, la diosa Rati de las múltiples
formas, se fundió con los amantes, creando múltiples formas de nombres extraños y
posturas imposibles.
Mientras el marino descansa y sueña sonriente, su respiración relajada y monótona
se mezcla con el silbido bífido de la sacerdotisa, que transformada en pitón de piel

brillante y multicolor le engulle, lenta, tiernamente, casi con cariño.

Toni Lázaro

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