martes, 19 de noviembre de 2013

El huevo de la discordia.

24 de enero del año 2007 del nacimiento de nuestro Señor,


Querido diario:
Sé que si fueras un ser humano, sincero y objetivo me confesarías como un buen amigo que soy un poeta aburrido, un aprendiz nostálgico y soñador anclado en una época que no me corresponde y atrapado en unos ideales fuera de tiesto que mi vida es una línea plana y anodina en la que el paisaje que se dibuja es un vacío y enorme desierto en el que nunca o casi nunca ocurre nada, nada en absoluto.
Sin embargo hoy algo, ha ocurrido, después de  más de 2 días con un dolor insoportable en el lado derecho de mi cuerpo a la altura de las ingle derecha, dolencia insufrible que se extendía radialmente por los muslos y que asaltaba de manera intermitente la zona de los riñones con tanta virulencia y obstinación que me impedía hasta caminar. Es un dolor punzante y sorpresivo, paralizante, que se me repetía últimamente cada mes lunar, empantanando mi tranquila existencia con bastante precisión y regularidad.
 Lo que escribo a continuación puede provocar la risa o como mínimo la sonrisa, eso sí te aviso, viejo amigo,  que puede estropear mi reputación "en caso de haberla tenido alguna vez" y además no es apto para menores o personas demasiado sensibles. Afortunadamente espero que tu mi veterano confidente, no llegues nunca a manos de ojos desconocidos o ajenos.
En el CAP que hay al lado de la oficina en donde trabajo me dijeron amablemente que podía tratarse de una hernia, me inyectaron un antiinflamatorio de alta potencia, en la nalga izquierda, con lo que si antes tenía dolorido el lateral derecho ahora ya iba mal toda la defensa.
Me comentó el doctor de guardia que si me mareaba o tenía nauseas fuese corriendo de nuevo a urgencias ya que podía ser que, S.I.C. “la hernia se estuviese estrangulando”. Me llamó la atención que una protusión del peritonio parietal tuviera esa capacidad autodestructiva.
Fue nada más llegar de nuevo al trabajo y volver a anclarme frente al ordenador que me entraron unas nauseas tan horribles que creí estar embarazado. La ciencia y la biología me demuestran que esa cirscumstancia transitoria de 9 meses de duración es imposible – de momento- en un hombre, por tanto no sabía si el malestar y el mareo eran debidos al hecho obligado y necesario de tener que volver a trabajar o porque realmente la hernia se estaba asfixiando - - la pobrecilla-.
Fuí a urgencias una vez más, era ya casi de noche, por eso esta vez me dirigí al Hospital de Terrassa más cerca de mi domicilio, y en donde me ofrecieron una de esas humillantes batas verdosas de las que se te ve el culo por detrás –que acostumbra a ser la parte en la que tenemos el culo- .
Con el hermoso y primaveral conjunto hospitalario prete-a-porter  intenté pasar  con la mejor dignidad posible la larga, fría y aburrida espera… que se caldeó al cabo de 5 minutos congelándose el tiempo, el espacio y las emociones, cuando una preciosa y simpática doctora peligrosamente sonriente inundó el breve espacio de la sala con su de cabello azabache y de una pálidez victoriana, pelo negro y  surcada de encantadoras pecas, me exploró el abdomen y las ingles, me ordeno suavemente, con el dulce y susurrante acento de una milonga, que moviera las piernas, que levantara el brazo, que abriera la boca…
( Tomó la presión lentamente de manera rítmica y constante, con un exótico aparato inflable de morboso cuero negro y gris metalizado que me hizo estremecer, apuntó la temperatura, mientras me miraba con un brillo de anuncio de rimel en las pupilas ya pesar de todo no parecia dar con el origen de mis achaques…
Tras un breve y voluptuoso silencio, algo externo, interno o divino iluminó a la Galena, cogío de una caja de cartón unos guantes blancos de latex se los enfundó con la maestría y pericia de una bailarina de tango y me dijo la voz segura y firme de una domadora de leones: "bajese los calzoncillos!" .
Me tocó con extremada delicadeza el testículo izquierdo, yo empezé a temer que ocurriera algo incontrolado, que toda la sangre de mi cuerpo se concentrara en un sólo organo... ¡o cielos que horror! ( me dije en plan tristón ante el ataque leonino) pero no fué así, el antiinflamatorio que me habían injectado media hora antes impidió impidió cualquier inflamación no programada.
Palpó al fin la gónada gemela de la derecha, descubrió así el punto  de la discordia, el huevo de Colón, el origen último y la fuente primigénia del dolor en estado puro, y no pude impedir un grito agudo y avergonzado, gutural y ignominioso cargado de vergüenza y de humillación masculina.
Lanzó los guantes con extrema pericia  a un contenedor amarillo lleno de etiquetas y  me volvió a recetar antiinflamatorios recomendandome con voz dulce y con expresión  picarona que fuera al urólogo
Ahora, sólo un día después me encuentro bastante mejor, tengo aún un poco de molestía pero como mínimo ahora puedo andar.
Este martes voy a mi médico de cabecera, un señor de unos 50 años, la emoción no será - por descontado- la misma.
Conclusiones.
Yo creo que los motivos que originan mi dolor oval pueden ser varios, a saber:
1. Una hernia.
2. Un golpe mal dado en una de las clases de Kárate a las que asisto.
3. Varices en el testículo.
4. 40 millones de espermatozoides que se manifiestan gritando desesperandamente :"queremos salir, queremos salir!"
 
“En la reunión anual que se celebra entre los testículos derecho y izquierdo justo antes del partido de basquet interestatal, entre los finalistas de la costa este y la oeste, el gran espermatozón comentó enmarcado tras una maravillosa presentación powerpoint que desde hace dos años la producción y las excursiones de mis pequeños amiguitos blancos ya no són lo que eran! Ni en número ni en la calidez del entorno de acogida”..

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