Esas mismas ratas, en las que podría reencarnarme,
siempre han sido consideradas como unos mamíferos detestables, unos seres nauseabundos
de comportamientos y presencia deleznable. Debo decir en mi opinión y en honor
a la verdad, que estos animalillos juguetones e injustamente rechazados,
pueden ser muy útiles a nivel pedagógico, ya que constituyen un ejemplo
perfecto que nos ayudará a entender cierto tipo de políticos y de financieros.
Las ratas al igual que los tecnócratas de la administración
y del sistema bancario -tan admirados todavía por su presencia trajeada y su
verborrea elegante, hicieron en su momento todo lo posible por alimentarse de
cualquier comisión, subcontrata o concurso público que cayera de los sacos de
grano del pueblo en sus incisivos de roedor. Subían y bajaban de la calle
a las alcantarillas del sistema, se reproducían como moscas colocando a sus
familiares y amigos en ayuntamientos, consejos, diputaciones, mancomunidades,
congresos, senados, generalidades, parlamentos, consejos superiores, tribunales
supremos y agujeros pestilentes varios.
Ahora que el barco económico se hunde muchos de las
elegantes y trajeadas señorías imitan la sana costumbre de las ratas navegantes
de ser los primeros marinos en escapar de la nave perdida, arrastrándose por la
superficie de las aguas tempestuosas hacia las tablas salvadoras de las
pensiones millonarias, puestos de consejeros privados altamente remunerados o
llevándose el grano y el queso hacia los paraísos fiscales de Ratilandia.
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